¿Y POR QUE NO PENSAR EN EL SERVICIO SOCIAL CIUDADANO?
Omar Quesada Martínez, Presidente del Gobierno Regional de Ayacucho, afirma que el servicio militar obligatorio es indispensable, por lo menos de acuerdo a la realidad de su jurisdicción.Agrega que para despertar el interés de los futuros reclutas, podría darse una norma que permita el otorgamiento de incentivos personales.
Así de simple es su propuesta, sin que haya de por medio posibilidad de hacerle ver que el hecho de llevar por la fuerza a los cuarteles a seres humanos, aunque sea mediante una regulación legal,no es otra cosa que violar el respeto a la dignidad de los mismos y, en consecuencia, a su libertad.
Francamente creo que el señor Quesada, de quien tengo referencias que es abogado, peca de ingenuidad.Quizás el ciudadano en mención no recuerda o no le han expuesto que en los años en que había el llamado servicio militar obligatorio, se capturaba de la manera más infame, en la vía pública, en los cinemas, estadios y otros los lugares de reunión, a mucha gente joven que se le consideraba apta, simplemente porque era analfabeta o porque era pobre de solemnidad.Muchos iban, efectivamente, a los cuarteles, pero no para recibir un adiestramiento cien por ciento militar, sino más bien para realizar tareas domésticas en los hogares de los oficiales de mayor graduación.
De esa manera "servían a la patria".Los testimonios recogidos indican que cuando se les requería para enfrentar algún conflicto bélico, en defensa de la soberanía y la integridad territorial, la gran mayoría de esos soldados resultaban siendo carne de cañón.Esta situación, inclusive hoy cuando existe el voluntariado, no ha cambiado mucho.
Algo más no solo se les ningunea con las propinas que les corresponde por ley, sino que además no cuentan con las facilidades prometidas para aprender un oficio y menos una profesión.Quienes sobresalen lo hacen, pero venciendo enormes dificultades y cuando no sometiéndose a las imposiciones de quienes se llaman sus superiores.
La trascendencia de la función castrense, en consecuencia, debe apreciarse con una mejor perspectiva, dentro de los criterios de una real modernidad que, por un lado, sirva a los intereses de la patria, pero de igual modo a los de la persona humana.
Los aportes para ello pueden llegar tanto de los diferentes sectores de la ciudadanía, como también de los propios institutos armados.
En las filas de los mismos hay estudiosos en la materia, que saben cómo es que debe de formarse el Ejército y cómo es que deben ser integrados.
De no darse el paso, simplemente estaremos retornando a tiempos pretéritos, ni siquiera a los años de las antiguas ciudades-Estados griegos, cuando se exigía a los jóvenes que sirviecen durante varios años en la milicia citadina, si no más atrás, cuando se ponía a los más jóvenes frente al enemigo, sin que hubiera de por medio la menor noción del respeto a sus derechos.
Tampoco se trata de buscar experiencias como las que se dieron en la Edad Media, cuando los ejércitos eran pequeños y aristocráticos, pero tampoco a lo que acontecía en el siglo XVIII, cuando los elementos más pobres de la sociedad llenaban las filas de las fuerzas armadas. Todo esto hay que tomarlo en cuenta.
Quizás habría que romper con los moldes tradicionales e ir a otra concepción que no se limite en el servicio militar obligatorio y que se piense más bien en el servicio ciudadano. Todo esto visto con aspectos relacionados con la educación, la seguridad social, la oportunidad del empleo, el desarrollo de la comunidad, el bienestar de los pueblos.
El tema es muy rico y tiene nuevos matices. Hagamos el intento de darle otra concepción a un servicio que debe ser sino voluntario, por lo menos deseable de acuerdo con la condición humana de todas las personas, sin discriminación alguna.
Así de simple es su propuesta, sin que haya de por medio posibilidad de hacerle ver que el hecho de llevar por la fuerza a los cuarteles a seres humanos, aunque sea mediante una regulación legal,no es otra cosa que violar el respeto a la dignidad de los mismos y, en consecuencia, a su libertad.
Francamente creo que el señor Quesada, de quien tengo referencias que es abogado, peca de ingenuidad.Quizás el ciudadano en mención no recuerda o no le han expuesto que en los años en que había el llamado servicio militar obligatorio, se capturaba de la manera más infame, en la vía pública, en los cinemas, estadios y otros los lugares de reunión, a mucha gente joven que se le consideraba apta, simplemente porque era analfabeta o porque era pobre de solemnidad.Muchos iban, efectivamente, a los cuarteles, pero no para recibir un adiestramiento cien por ciento militar, sino más bien para realizar tareas domésticas en los hogares de los oficiales de mayor graduación.
De esa manera "servían a la patria".Los testimonios recogidos indican que cuando se les requería para enfrentar algún conflicto bélico, en defensa de la soberanía y la integridad territorial, la gran mayoría de esos soldados resultaban siendo carne de cañón.Esta situación, inclusive hoy cuando existe el voluntariado, no ha cambiado mucho.
Algo más no solo se les ningunea con las propinas que les corresponde por ley, sino que además no cuentan con las facilidades prometidas para aprender un oficio y menos una profesión.Quienes sobresalen lo hacen, pero venciendo enormes dificultades y cuando no sometiéndose a las imposiciones de quienes se llaman sus superiores.
La trascendencia de la función castrense, en consecuencia, debe apreciarse con una mejor perspectiva, dentro de los criterios de una real modernidad que, por un lado, sirva a los intereses de la patria, pero de igual modo a los de la persona humana.
Los aportes para ello pueden llegar tanto de los diferentes sectores de la ciudadanía, como también de los propios institutos armados.
En las filas de los mismos hay estudiosos en la materia, que saben cómo es que debe de formarse el Ejército y cómo es que deben ser integrados.
De no darse el paso, simplemente estaremos retornando a tiempos pretéritos, ni siquiera a los años de las antiguas ciudades-Estados griegos, cuando se exigía a los jóvenes que sirviecen durante varios años en la milicia citadina, si no más atrás, cuando se ponía a los más jóvenes frente al enemigo, sin que hubiera de por medio la menor noción del respeto a sus derechos.
Tampoco se trata de buscar experiencias como las que se dieron en la Edad Media, cuando los ejércitos eran pequeños y aristocráticos, pero tampoco a lo que acontecía en el siglo XVIII, cuando los elementos más pobres de la sociedad llenaban las filas de las fuerzas armadas. Todo esto hay que tomarlo en cuenta.
Quizás habría que romper con los moldes tradicionales e ir a otra concepción que no se limite en el servicio militar obligatorio y que se piense más bien en el servicio ciudadano. Todo esto visto con aspectos relacionados con la educación, la seguridad social, la oportunidad del empleo, el desarrollo de la comunidad, el bienestar de los pueblos.
El tema es muy rico y tiene nuevos matices. Hagamos el intento de darle otra concepción a un servicio que debe ser sino voluntario, por lo menos deseable de acuerdo con la condición humana de todas las personas, sin discriminación alguna.
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