LA LUCHA CONTRA LA MISERIA DEBE TENER PRIORIDAD
Todo indica que Ollanta Humala Tasso, terminado el lloriqueo que sobreviene luego de una derrota electoral, está jugando ahora a la provocación.Por eso y como entrada de un menú, que parece ser picante, le ha dicho al presidente García Pérez que ponga en la agenda política el debate sobre el retorno de la Constitución de 1979, mandando al desván de las cosas inútiles la Carta Magna de 1993, que algunos, peyorativamente,califican de documento espúreo.Al respecto caben algunas preguntas.
En primer lugar, ¿ caerá en la emboscada el flamante mandatario, animado de una voluntad de no repetir los errores de su primera gestión gubernamental ?, ¿ el recuerdo de Haya de la Torre, principal inspirador de la Constitución del 79, lo llevará a pisar la cáscara de plátano ?, ¿ tendrá el suficiente equilibrio para no dejarse llevar por los aplausos de Lourdes Flores y de los grupos de poder económico que ella representa?.
No se puede dar fe de la capacidad como hombre de leyes y menos de los conocimientos constitucionales que posea Ollanta Humala,pero más allá de eso, es evidente que la Carta Política que se pretende actualizar alcanzó, en esos instantes históricos, el reconocimiento de todas las tendencias políticas, como modelo de democracia representativa, que privilegiaba el voto como principal derecho ciudadano y un efectivo mecanismo de participación popular, así como de los derechos sociales y económicos, al igual que un régimen económico que amparaba la iniciativa y la propiedad privada individual, pero que , asimismo,propiciaba el fomento del pluralismo económico.
Los más importantes constitucionalistas no escatimaron aplausos y le dieron la categoría de constitución moderna y avanzada y la mejor elaborada de todas las que han regido el destino del país.Desde una perspectiva propia habría que subrayar que la Carta de 1979 innovó a las constituciones anteriores, al otorgarle primacía a la persona, incluyendo por primera vez el concepto por el cual la enumeración de los derechos reconocidos a la misma, no excluía otros de naturaleza análoga, derivados de la dignidad del hombre, del principio de soberanía del pueblo , del Estado social y democrático y de la forma repúblicana de gobierno.
La diferencia con la Constitución de 1993 es notable, más allá de disposiciones novedosas que presenta ésta, por los errores conceptuales que denotan desconocimiento de la teoría constitucional y deficiencias en la elaboración de ella.Al respecto más de un jurísta con prestigio considera que ese documento no fue otra cosa que un acomodo a la particular concepción de gobierno de Alberto Fujimori, quien prescindió de la interrelación entre los derechos civiles y políticos y los económicos y sociales,incluyendo un extremísmo neo liberal en la cuestión económica.
Pero estas diferencias, preguntamos, ¿ serán razones suficientes para acceder al juego de Ollanta Humala, sin más asesores visibles que Gonzalo Nuñez y Carlos Tapia ? Está claro, que el militar en retiro ha puesto en práctica una estrategia destinada a obtener réditos políticos. Aquí no hay de por medio, ningún deseo de rendir homenaje a la obra de Haya de la Torre,ni nada que se le parezca.Aquí se trata de agitar una bandera para desviar al gobierno de sus objetivos inmediatos, como son los de aplicar una política de austeridad en el gasto corriente y utilizar el ahorro en gastos de capital, o sea a favor de los 13 millones de peruanos que viven en extrema pobreza.
Además, Ollanta Humala y sus principales consejeros,han olvidado que la reforma de la Constitución del 2003 es una tarea pendiente, iniciada en el Congreso pasado y no continuada lamentablemente.Aún así, es preferible que eso haya ocurrido. Ahora soplan otros vientos. Se sabe que la democracia ha cerrado el capítulo de un régimen que no pudo o no quiso trabajar, verdaderamente, por los pobres.
Y que ha dado pase a uno nuevo,que tiene una visión mayor de la realidad y cuyos primeros pasos están encaminados , precisamente, a la atención del problema social.En consecuencia el tema de la Constitución, de su derogatoria o reforma,siendo importante su debate, digamoslo con entera transparencia, no quita el sueño al pueblo.Hay otras urgencias, como la promoción de fórmulas más adecuadas para la inversión nacional y extranjera,la creación de puestos de trabajo, la atención de los olvidados pueblos del sur andino, la electrificación y la construcción de carreteras que saquen del aislamiento a las provincias de la serranía y de la selva, entre otras tareas que deben privilegiarse en la agenda política.
De no actuarse con estos criterios, haciéndole caso a quien hasta ahora solo ha demostrado afán de figuración o de jugar a la oposición por la oposición, sería sepultar el llamado de los pobres del país, postergando sus legítimas aspiraciones, negando además el anhelo de llevar la bicolor a la cúspide de progreso con justicia social.
En primer lugar, ¿ caerá en la emboscada el flamante mandatario, animado de una voluntad de no repetir los errores de su primera gestión gubernamental ?, ¿ el recuerdo de Haya de la Torre, principal inspirador de la Constitución del 79, lo llevará a pisar la cáscara de plátano ?, ¿ tendrá el suficiente equilibrio para no dejarse llevar por los aplausos de Lourdes Flores y de los grupos de poder económico que ella representa?.
No se puede dar fe de la capacidad como hombre de leyes y menos de los conocimientos constitucionales que posea Ollanta Humala,pero más allá de eso, es evidente que la Carta Política que se pretende actualizar alcanzó, en esos instantes históricos, el reconocimiento de todas las tendencias políticas, como modelo de democracia representativa, que privilegiaba el voto como principal derecho ciudadano y un efectivo mecanismo de participación popular, así como de los derechos sociales y económicos, al igual que un régimen económico que amparaba la iniciativa y la propiedad privada individual, pero que , asimismo,propiciaba el fomento del pluralismo económico.
Los más importantes constitucionalistas no escatimaron aplausos y le dieron la categoría de constitución moderna y avanzada y la mejor elaborada de todas las que han regido el destino del país.Desde una perspectiva propia habría que subrayar que la Carta de 1979 innovó a las constituciones anteriores, al otorgarle primacía a la persona, incluyendo por primera vez el concepto por el cual la enumeración de los derechos reconocidos a la misma, no excluía otros de naturaleza análoga, derivados de la dignidad del hombre, del principio de soberanía del pueblo , del Estado social y democrático y de la forma repúblicana de gobierno.
La diferencia con la Constitución de 1993 es notable, más allá de disposiciones novedosas que presenta ésta, por los errores conceptuales que denotan desconocimiento de la teoría constitucional y deficiencias en la elaboración de ella.Al respecto más de un jurísta con prestigio considera que ese documento no fue otra cosa que un acomodo a la particular concepción de gobierno de Alberto Fujimori, quien prescindió de la interrelación entre los derechos civiles y políticos y los económicos y sociales,incluyendo un extremísmo neo liberal en la cuestión económica.
Pero estas diferencias, preguntamos, ¿ serán razones suficientes para acceder al juego de Ollanta Humala, sin más asesores visibles que Gonzalo Nuñez y Carlos Tapia ? Está claro, que el militar en retiro ha puesto en práctica una estrategia destinada a obtener réditos políticos. Aquí no hay de por medio, ningún deseo de rendir homenaje a la obra de Haya de la Torre,ni nada que se le parezca.Aquí se trata de agitar una bandera para desviar al gobierno de sus objetivos inmediatos, como son los de aplicar una política de austeridad en el gasto corriente y utilizar el ahorro en gastos de capital, o sea a favor de los 13 millones de peruanos que viven en extrema pobreza.
Además, Ollanta Humala y sus principales consejeros,han olvidado que la reforma de la Constitución del 2003 es una tarea pendiente, iniciada en el Congreso pasado y no continuada lamentablemente.Aún así, es preferible que eso haya ocurrido. Ahora soplan otros vientos. Se sabe que la democracia ha cerrado el capítulo de un régimen que no pudo o no quiso trabajar, verdaderamente, por los pobres.
Y que ha dado pase a uno nuevo,que tiene una visión mayor de la realidad y cuyos primeros pasos están encaminados , precisamente, a la atención del problema social.En consecuencia el tema de la Constitución, de su derogatoria o reforma,siendo importante su debate, digamoslo con entera transparencia, no quita el sueño al pueblo.Hay otras urgencias, como la promoción de fórmulas más adecuadas para la inversión nacional y extranjera,la creación de puestos de trabajo, la atención de los olvidados pueblos del sur andino, la electrificación y la construcción de carreteras que saquen del aislamiento a las provincias de la serranía y de la selva, entre otras tareas que deben privilegiarse en la agenda política.
De no actuarse con estos criterios, haciéndole caso a quien hasta ahora solo ha demostrado afán de figuración o de jugar a la oposición por la oposición, sería sepultar el llamado de los pobres del país, postergando sus legítimas aspiraciones, negando además el anhelo de llevar la bicolor a la cúspide de progreso con justicia social.
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