LA POBREZA Y EL ANALFABETISMO DOS CARAS DE LA MISMA MONEDA
Si hubiera que formularle una pregunta al hombre común y corriente de la calle, respecto a los grandes problemas que afectan a la población, posiblemente responda que estos tienen que ver con la pobreza extrema en que viven millones de connacionales y la situación de analfabetas en que están otros tantos.
La pobreza y el analfabetismo son dos lastres que hacen, en consecuencia, imposible que se adelante opiniones respecto al desarrollo integral del país.Quienes viven en la miseria, son los mismos que carecen de la educación básica.
Y así se mantienen, porque contra lo que pueda declarar con descaro quien ejerce o haya ejercitado el poder político, poco o nada se ha hecho en favor de esos olvidados.El chofer de un vehículo de servicio público, en el transcurso de una larga conversación, entre el terminal aéreo de Lima y mi domicilio, explicaba ,con ánimo pedagógico, que dichos males , resultan siendo con frecuencia las causas del crecimiento de una población, cada vez más parasitaria, que no sabe qué hacer y que sobrevive de la limosna institucionalidad por el gobierno de turno o de la caridad pública.
No tienen fuerza para trabajar porque nacen , lamentablemente, frágiles y sin salud, no tienen voluntad para el estudio, porque son débiles, explicaba el ocasional dialogante, en tanto pasaba raudo por las pistas de la ciudad,evitando la colisión con las "combis" y burlaba la luz roja de los semáfaros.No le faltaba razón al analista popular sobre esta realidad y sus consecuencias. Por eso revisando mis fichas de estudio, encontré que, efectivamente, existen marcadas diferencias cuando se examina los niveles de pobreza, según la educación de la población. Se observa una relación inversa entre estos dos indicadores.
Así, a mayores niveles de educación hay menor proporción de pobres.Los datos estadísticos indican que el 91 por ciento de personas con educación universitaria superan con facilidad las vallas de la pobreza y, en contraste, tenemos un 37. 4 por ciento de analfabetos que viven en medio de la pobreza y otro 27. 8 por ciento carece de lo más elemental para sus subsistencia. Están en ese vergonzante rubro de la extrema pobreza.Los números no mienten. Por eso también se puede saber que entre las personas con educación superior universitaria, igualmente hay gente pobre.Un 7 por ciento se encuentra en tal situación y un 2 por ciento en la extrema pobreza.
Pero ¿ para qué sirven estas cifras frías, escalofriantes ?. En primera instancia para entender por qué el régimen que inaugurará su gestión el 28 de julio próximo, necesita de una política de austeridad. En segundo lugar, para advertir por qué el régimen que se va, con ánimos de retornar en el 2010, dice lo contrario.
El primero sabe que hay necesidad de recursos fiscales para mejorar la educación de los más pobres y, de esa manera, sacarlos de tal situación. Así se estará trabajando por el desarrollo del país.La austeridad y el gasto bien hecho, seguramente dará sus frutos.
El segundo,sabe que todavía puede seguir jugando a la política y que le pesa el cartel de frívolo y despilfarrador con que se aleja.Es de desear que el animo de acabar con el analfabetismo y la pobreza no caiga en el desaliento o la fatiga.
El hecho de que no haya mejores presupuestos para la educación pública o que abunden personas que no cumplen con el magisterio de la enseñanza , simplemente, porque no son auténticos maestros, no debe ser razón para afrontar estos retos.
La pobreza y el analfabetismo son dos lastres que hacen, en consecuencia, imposible que se adelante opiniones respecto al desarrollo integral del país.Quienes viven en la miseria, son los mismos que carecen de la educación básica.
Y así se mantienen, porque contra lo que pueda declarar con descaro quien ejerce o haya ejercitado el poder político, poco o nada se ha hecho en favor de esos olvidados.El chofer de un vehículo de servicio público, en el transcurso de una larga conversación, entre el terminal aéreo de Lima y mi domicilio, explicaba ,con ánimo pedagógico, que dichos males , resultan siendo con frecuencia las causas del crecimiento de una población, cada vez más parasitaria, que no sabe qué hacer y que sobrevive de la limosna institucionalidad por el gobierno de turno o de la caridad pública.
No tienen fuerza para trabajar porque nacen , lamentablemente, frágiles y sin salud, no tienen voluntad para el estudio, porque son débiles, explicaba el ocasional dialogante, en tanto pasaba raudo por las pistas de la ciudad,evitando la colisión con las "combis" y burlaba la luz roja de los semáfaros.No le faltaba razón al analista popular sobre esta realidad y sus consecuencias. Por eso revisando mis fichas de estudio, encontré que, efectivamente, existen marcadas diferencias cuando se examina los niveles de pobreza, según la educación de la población. Se observa una relación inversa entre estos dos indicadores.
Así, a mayores niveles de educación hay menor proporción de pobres.Los datos estadísticos indican que el 91 por ciento de personas con educación universitaria superan con facilidad las vallas de la pobreza y, en contraste, tenemos un 37. 4 por ciento de analfabetos que viven en medio de la pobreza y otro 27. 8 por ciento carece de lo más elemental para sus subsistencia. Están en ese vergonzante rubro de la extrema pobreza.Los números no mienten. Por eso también se puede saber que entre las personas con educación superior universitaria, igualmente hay gente pobre.Un 7 por ciento se encuentra en tal situación y un 2 por ciento en la extrema pobreza.
Pero ¿ para qué sirven estas cifras frías, escalofriantes ?. En primera instancia para entender por qué el régimen que inaugurará su gestión el 28 de julio próximo, necesita de una política de austeridad. En segundo lugar, para advertir por qué el régimen que se va, con ánimos de retornar en el 2010, dice lo contrario.
El primero sabe que hay necesidad de recursos fiscales para mejorar la educación de los más pobres y, de esa manera, sacarlos de tal situación. Así se estará trabajando por el desarrollo del país.La austeridad y el gasto bien hecho, seguramente dará sus frutos.
El segundo,sabe que todavía puede seguir jugando a la política y que le pesa el cartel de frívolo y despilfarrador con que se aleja.Es de desear que el animo de acabar con el analfabetismo y la pobreza no caiga en el desaliento o la fatiga.
El hecho de que no haya mejores presupuestos para la educación pública o que abunden personas que no cumplen con el magisterio de la enseñanza , simplemente, porque no son auténticos maestros, no debe ser razón para afrontar estos retos.
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