LA MATANZA DE LUCANAMARCA
La matanza de 69 campesinos de la comunidad ayacuchana de Lucanarmaca, fue reconocida por el propio cabecilla senderista, Abimael Guzmán Reynoso, como un espeluznante acto de venganza ajeno a cualquier ideología, incluso a los extremismos cruentos de la llamada guerra popular.
En la llamada Entrevista del Siglo, publicada por el vocero senderista, El Diario, el Camarada Gonzalo, revela este salvaje crimen involucrando a la cúpula senderista, lo que, dicho sea de paso, fue confirmado plenamente por Oscar Ramírez Durand (a) Feliciano y sediciosos arrepentidos. En la mencionada publicación sediciosa , Guzmán Reynoso declara textualmente: A fines del 82 ingresan las Fuerzas Armadas formando mesnadas.
Frente al uso de mesnadas y la acción militar reaccionaria respondimos con una acción: Lucanamarca. Ni ellos ni nosotros la olvidamos, claro, porque ahí vieron una respuesta que no se imaginaron, ahí fueron aniquilados más de 80, eso es lo real, fue la propia Dirección Central la que planificó la acción y dispuso las cosas.
En la acusación del Ministerio Público, donde se exige cadena perpetua para Guzmán Reynoso y la dirigencia senderista, se establece que el genocidio de Lucanamarca, se ordenó no sólo como represalia al rechazo de este pueblo, sino principalmente buscando el posicionamiento político de la organización terrorista en este lugar y en la escena nacional peruana.
Con Abimael Guzmán se encuentran involucrados Elena Iparraguirre Revoredo (a) Miriam, Alberto Ramírez Duránd (a) Feliciano, Laura Zambrano Padilla (a) Meche, María Guadalupe Pantoja Sánchez (a) Doris, Angélica Salas de la Cruz (a) Julia, Margie Evelyn Clavo Peralta (a) Nancy, Martha Isabel Huatay Ruiz (a) Rosa, Víctor Zavala Cataño (a) Rolando, Osmán Morote Barrionuevo (a) Nicolás, Victoria Obdulia Trujillo Agurto (a) Elizabeth, Margot Lourdes Liendo Gil (a) Noemí, Carlos Espinoza Ríos (a) Norman, Juana Teresa Durán Araujo (a) Doris, Ostaff Morote Barrionuevo (a) Nicolas, Judith Ramos Cuadros (a) Rita, Gerardo Sáenz Román (a) Claudio, Hildebrando Pérez Huarancca y otros.
Las acciones criminales fueron calificadas como asesinato y terrorismo agravado pero por la magnitud y cantidad de víctimas también puede ser denominado genocidio, según señala la fiscalía.
LA ESPELUZNANTE MATANZA
En medio del fuego cruzado de la guerra interna, los comuneros de Lucanamarca y los anexos de Yanaccollpa, Ataccara, Llacchua y Muylacruz se oponían al terror desatado por los senderistas y se organizaron para rechazar las amenazas terroristas.
Su única exigencia era vivir en paz.La orden de la cúpula senderista fue aniquilar a todo el pueblo, en una espeluznante matanza que, de acuerdo a la lógica senderista, debería servir de escarmiento para las demás comunidades campesinas que negaban alimentos y refugio a los subversivos.
Los informes policiales señalan que la columna de 60 senderistas, al mando de Hildebrando Pérez Huarancca, empezó su macabra tarea en las primeras horas de la mañana del 4 de abril de 1983 en Yanaccoolpa y las comunidades vecinas, asesinando a 27 campesinos con armas de fuego, piedras y hachas.
La mayoría fueron decapitados.A las 4 de la tarde irrumpieron en Lucanamarca, atacando en cinco lugares simultáneos de la apacible comunidad, para sorprender a los campesinos que estaban pastando o trabajando la tierra, o en la construcción de carreteras. No hubo piedad para nadie.
Las mujeres y niños que se encontraban en sus hogares y escuelas, fueron evacuados al principio con engaños de una asamblea popular y luego con amenazas. Los condujeron como si fuesen ganado rumbo al matadero.
No hubo contemplaciones para embarazadas, ancianas y enfermas. El pánico se desató entre los sobrevivientes que subieron al cerro Calvario y, desesperados por los gritos de sus familiares, intentaron repeler el ataque con hondas pero fueron arrasados con disparos de fusil y ráfagas de metralleta.
En la plaza pública, los terroristas separaron a los hombres, mujeres y niños. Los varones fueron obligados a tenderse en el piso frente a la iglesia, y los asesinaron con hachas, machetes, piedras y armas de fuego, mientras daban vivas a Sendero Luminoso. Cuando los asesinos se alistaban continuar la masacre con otro grupo de campesinos, el niño Epifanio Quispe Tacas, gritó a todo pulmón que venían los militares, desde el techo de su casa.
Era una mentira que salvó a decenas de aterrorizados comuneros.Los senderistas emprendieron la fuga, saqueando y quemando el local municipal, la oficina de correos, viviendas y tiendas.
La Comisión de la Verdad y Reconciliación destaca la responsabilidad de Abimael Guzmán en la matanza de Lucanamarca, en el tomo VII de su informe final, donde precisa que el cabecilla senderista reconoció su responsabilidad , primero a través de la denominada Entrevista del siglo que publicó El Diario, y luego en su testimonio ante los comisionados.
En la llamada Entrevista del Siglo, publicada por el vocero senderista, El Diario, el Camarada Gonzalo, revela este salvaje crimen involucrando a la cúpula senderista, lo que, dicho sea de paso, fue confirmado plenamente por Oscar Ramírez Durand (a) Feliciano y sediciosos arrepentidos. En la mencionada publicación sediciosa , Guzmán Reynoso declara textualmente: A fines del 82 ingresan las Fuerzas Armadas formando mesnadas.
Frente al uso de mesnadas y la acción militar reaccionaria respondimos con una acción: Lucanamarca. Ni ellos ni nosotros la olvidamos, claro, porque ahí vieron una respuesta que no se imaginaron, ahí fueron aniquilados más de 80, eso es lo real, fue la propia Dirección Central la que planificó la acción y dispuso las cosas.
En la acusación del Ministerio Público, donde se exige cadena perpetua para Guzmán Reynoso y la dirigencia senderista, se establece que el genocidio de Lucanamarca, se ordenó no sólo como represalia al rechazo de este pueblo, sino principalmente buscando el posicionamiento político de la organización terrorista en este lugar y en la escena nacional peruana.
Con Abimael Guzmán se encuentran involucrados Elena Iparraguirre Revoredo (a) Miriam, Alberto Ramírez Duránd (a) Feliciano, Laura Zambrano Padilla (a) Meche, María Guadalupe Pantoja Sánchez (a) Doris, Angélica Salas de la Cruz (a) Julia, Margie Evelyn Clavo Peralta (a) Nancy, Martha Isabel Huatay Ruiz (a) Rosa, Víctor Zavala Cataño (a) Rolando, Osmán Morote Barrionuevo (a) Nicolás, Victoria Obdulia Trujillo Agurto (a) Elizabeth, Margot Lourdes Liendo Gil (a) Noemí, Carlos Espinoza Ríos (a) Norman, Juana Teresa Durán Araujo (a) Doris, Ostaff Morote Barrionuevo (a) Nicolas, Judith Ramos Cuadros (a) Rita, Gerardo Sáenz Román (a) Claudio, Hildebrando Pérez Huarancca y otros.
Las acciones criminales fueron calificadas como asesinato y terrorismo agravado pero por la magnitud y cantidad de víctimas también puede ser denominado genocidio, según señala la fiscalía.
LA ESPELUZNANTE MATANZA
En medio del fuego cruzado de la guerra interna, los comuneros de Lucanamarca y los anexos de Yanaccollpa, Ataccara, Llacchua y Muylacruz se oponían al terror desatado por los senderistas y se organizaron para rechazar las amenazas terroristas.
Su única exigencia era vivir en paz.La orden de la cúpula senderista fue aniquilar a todo el pueblo, en una espeluznante matanza que, de acuerdo a la lógica senderista, debería servir de escarmiento para las demás comunidades campesinas que negaban alimentos y refugio a los subversivos.
Los informes policiales señalan que la columna de 60 senderistas, al mando de Hildebrando Pérez Huarancca, empezó su macabra tarea en las primeras horas de la mañana del 4 de abril de 1983 en Yanaccoolpa y las comunidades vecinas, asesinando a 27 campesinos con armas de fuego, piedras y hachas.
La mayoría fueron decapitados.A las 4 de la tarde irrumpieron en Lucanamarca, atacando en cinco lugares simultáneos de la apacible comunidad, para sorprender a los campesinos que estaban pastando o trabajando la tierra, o en la construcción de carreteras. No hubo piedad para nadie.
Las mujeres y niños que se encontraban en sus hogares y escuelas, fueron evacuados al principio con engaños de una asamblea popular y luego con amenazas. Los condujeron como si fuesen ganado rumbo al matadero.
No hubo contemplaciones para embarazadas, ancianas y enfermas. El pánico se desató entre los sobrevivientes que subieron al cerro Calvario y, desesperados por los gritos de sus familiares, intentaron repeler el ataque con hondas pero fueron arrasados con disparos de fusil y ráfagas de metralleta.
En la plaza pública, los terroristas separaron a los hombres, mujeres y niños. Los varones fueron obligados a tenderse en el piso frente a la iglesia, y los asesinaron con hachas, machetes, piedras y armas de fuego, mientras daban vivas a Sendero Luminoso. Cuando los asesinos se alistaban continuar la masacre con otro grupo de campesinos, el niño Epifanio Quispe Tacas, gritó a todo pulmón que venían los militares, desde el techo de su casa.
Era una mentira que salvó a decenas de aterrorizados comuneros.Los senderistas emprendieron la fuga, saqueando y quemando el local municipal, la oficina de correos, viviendas y tiendas.
La Comisión de la Verdad y Reconciliación destaca la responsabilidad de Abimael Guzmán en la matanza de Lucanamarca, en el tomo VII de su informe final, donde precisa que el cabecilla senderista reconoció su responsabilidad , primero a través de la denominada Entrevista del siglo que publicó El Diario, y luego en su testimonio ante los comisionados.
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