LA EXTRAÑA MUERTE DEL GENERAL VILLANUEVA
La misteriosa muerte del general EP (r) Oscar Villanueva Vidal, conocido como el cajero de Vladimiro Montesinos, enturbia el proceso oral contra el ex asesor presidencial, César Almeyda, acusado de ofrecerle beneficios judiciales a cambio de informes de los implicados en la red corruptora montesinista.
El juicio empezó con la declaratoria al de reo contumaz a Miguel Salas, el James Bond criollo conocido como el agente Sun, pieza clave del caso y quien se negó a ser trasladado desde el penal Sarita Colonia del Callao hacia el establecimiento penitenciario para reos primarios, ex San Jorge. Para variar, el periodista Beto Ortiz, regresó de Estados Unidos, donde se encontraba asilado debido a las amenazas públicas vertidas por el líder del FIM y aliado político del toledismo, Fernando Olivera Vega quien se desempeñaba como ministro de Justicia en los días que Almeyda y Villanueva sostenían reuniones clandestinas.
El Ministerio Público solicitó cinco años de prisión efectiva para César Almeyda, mientras que para el periodista Humberto ?Beto" Ortíz, cuatro años de cárcel efectiva, por haber ocultado dichos audios y luego ofrecerlos para obtener un beneficio económico.En esta enmarañada madeja, a Villanueva Valdivia le tocó jugar un rol de especial importancia en la red corruptora de Vladimiro Montesinos, en los aciagos años de la dictadura donde el Doc era el cerebro de la guerra sucia donde la larga lista de desaparecidos hacía temblar hasta a los más avezados agentes antiterroristas.
EN EL OJO DE LA TORMENTA
Óscar Villanueva egresó de la escuela de oficiales en el año 69. Su habilidad con los números y los operativos de inteligencia lo catapultaron a la estratégica jefatura de la Oficina General del Ministerio del Interior (OGA) donde empezó la rocambolesca carrera que lo llevaría a la muerte.
Durante el fujimorismo encontró a en Vladimiro Montesinos al Padrino ideal para armar los grandes negociados, con millonarias comisiones por la compra fraudulenta de armas, desvío de fondos y promoción de falsas licitaciones, entre otras habilidades que lo convirtieron en uno de los testaferros del Doc. Precisamente ese pasado turbulento lo involucró en cuatro procesos judiciales que quebraron su estado emocional, tras la caída de la dictadura.
El general fue denunciado además por la Inspectoría General del Ejército (IGE) tras detectarse un forado de 112 millones de soles que supuestamente terminaron en las arcas del Servicio de Inteligencia Nacional, SIN, que Vladimiro Montesinos manejaba a su antojo, comprando la conciencia de dueños de televisoras, directores de diarios, congresistas y empresarios. Las investigaciones lo señalaban como el Cajero de Montesinos, dueño de mil secretos y conocedor de transferencias millonarias a los bancos suizos o los paraísos fiscales en el Caribe.
Con el Doc podía darse el lujo de tener entre sus manos a los magnates de la corrupción.Sin embargo el hombre no se caracterizaba por su modestia y, como sucede con los grandes mafiosos, los signos exteriores de riqueza terminaron perdiéndolo.
Villanueva era cuestionado por poseer una serie de propiedades que no concordaban con el sueldo que percibía como general.El Cajero de Montesinos tenía una casa de playa en Las Totoritas, en Mala, avaluada en 250 mil dólares, y otra en Rinconada del Lago, en La Molina, entre otras propiedades, sin contar los fastuosos acabados y mobiliario.
Como señala el viejo refrán: sacristán que vende cera y no tiene cerería de dónde pecata mea si no es de la Sacristía. Trató de mantener un perfil bajo lo que era imposible por encontrarse en el jet set de la corrupción y, además, mantener una cercana relación con los generales César Saucedo Sánchez y José Villanueva Ruesta, entre otros altos mandos militares vinculados con el Doc. Cuando se desempeñaba en la jefatura de la Oficina General de Administración (OGA) del Ministerio del Interior se produjo el escándalo de la compra de los uniformes coreanos para la policía.
En 1999 pasó a la Oficina de Planeamiento del Presupuesto General del Ministerio de Defensa (Oplan), y a comienzos del 2000 a la jefatura de la Oficina Económica del Ejército.
El general pudo driblear estos casos con misteriosa habilidad pero tuvo una insólita caída al ser llamado como testigo clave de una supuesta compra de joyas que Vladimiro Montesinos habría obsequiado a la entonces reina de los talks shows o programas basura, Laura Bozzo.
Se trató de un incidente menor que terminaría llevándolo al Poder Judicial ante la alarma de los mafiosos que veían peligrar sus cómodos anonimatos en medio de la encrespada marejada de denuncias de corrupción. El collar de brillantes se convertiría en la pesadilla del general y de Vladimiro Montesinos.
El juicio empezó con la declaratoria al de reo contumaz a Miguel Salas, el James Bond criollo conocido como el agente Sun, pieza clave del caso y quien se negó a ser trasladado desde el penal Sarita Colonia del Callao hacia el establecimiento penitenciario para reos primarios, ex San Jorge. Para variar, el periodista Beto Ortiz, regresó de Estados Unidos, donde se encontraba asilado debido a las amenazas públicas vertidas por el líder del FIM y aliado político del toledismo, Fernando Olivera Vega quien se desempeñaba como ministro de Justicia en los días que Almeyda y Villanueva sostenían reuniones clandestinas.
El Ministerio Público solicitó cinco años de prisión efectiva para César Almeyda, mientras que para el periodista Humberto ?Beto" Ortíz, cuatro años de cárcel efectiva, por haber ocultado dichos audios y luego ofrecerlos para obtener un beneficio económico.En esta enmarañada madeja, a Villanueva Valdivia le tocó jugar un rol de especial importancia en la red corruptora de Vladimiro Montesinos, en los aciagos años de la dictadura donde el Doc era el cerebro de la guerra sucia donde la larga lista de desaparecidos hacía temblar hasta a los más avezados agentes antiterroristas.
EN EL OJO DE LA TORMENTA
Óscar Villanueva egresó de la escuela de oficiales en el año 69. Su habilidad con los números y los operativos de inteligencia lo catapultaron a la estratégica jefatura de la Oficina General del Ministerio del Interior (OGA) donde empezó la rocambolesca carrera que lo llevaría a la muerte.
Durante el fujimorismo encontró a en Vladimiro Montesinos al Padrino ideal para armar los grandes negociados, con millonarias comisiones por la compra fraudulenta de armas, desvío de fondos y promoción de falsas licitaciones, entre otras habilidades que lo convirtieron en uno de los testaferros del Doc. Precisamente ese pasado turbulento lo involucró en cuatro procesos judiciales que quebraron su estado emocional, tras la caída de la dictadura.
El general fue denunciado además por la Inspectoría General del Ejército (IGE) tras detectarse un forado de 112 millones de soles que supuestamente terminaron en las arcas del Servicio de Inteligencia Nacional, SIN, que Vladimiro Montesinos manejaba a su antojo, comprando la conciencia de dueños de televisoras, directores de diarios, congresistas y empresarios. Las investigaciones lo señalaban como el Cajero de Montesinos, dueño de mil secretos y conocedor de transferencias millonarias a los bancos suizos o los paraísos fiscales en el Caribe.
Con el Doc podía darse el lujo de tener entre sus manos a los magnates de la corrupción.Sin embargo el hombre no se caracterizaba por su modestia y, como sucede con los grandes mafiosos, los signos exteriores de riqueza terminaron perdiéndolo.
Villanueva era cuestionado por poseer una serie de propiedades que no concordaban con el sueldo que percibía como general.El Cajero de Montesinos tenía una casa de playa en Las Totoritas, en Mala, avaluada en 250 mil dólares, y otra en Rinconada del Lago, en La Molina, entre otras propiedades, sin contar los fastuosos acabados y mobiliario.
Como señala el viejo refrán: sacristán que vende cera y no tiene cerería de dónde pecata mea si no es de la Sacristía. Trató de mantener un perfil bajo lo que era imposible por encontrarse en el jet set de la corrupción y, además, mantener una cercana relación con los generales César Saucedo Sánchez y José Villanueva Ruesta, entre otros altos mandos militares vinculados con el Doc. Cuando se desempeñaba en la jefatura de la Oficina General de Administración (OGA) del Ministerio del Interior se produjo el escándalo de la compra de los uniformes coreanos para la policía.
En 1999 pasó a la Oficina de Planeamiento del Presupuesto General del Ministerio de Defensa (Oplan), y a comienzos del 2000 a la jefatura de la Oficina Económica del Ejército.
El general pudo driblear estos casos con misteriosa habilidad pero tuvo una insólita caída al ser llamado como testigo clave de una supuesta compra de joyas que Vladimiro Montesinos habría obsequiado a la entonces reina de los talks shows o programas basura, Laura Bozzo.
Se trató de un incidente menor que terminaría llevándolo al Poder Judicial ante la alarma de los mafiosos que veían peligrar sus cómodos anonimatos en medio de la encrespada marejada de denuncias de corrupción. El collar de brillantes se convertiría en la pesadilla del general y de Vladimiro Montesinos.
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