ABIMAEL, UN CUMPLEAÑOS SIN TORTA DE FUJIMORI
En su celda de la Base Naval del Callao, sin tortas del ex presidente, Alberto Fujimori, y con sus huestes diezmadas tras la pesadilla de sangre, dolor y destrucción que desató durante dos décadas en el país, el ex jerarca de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán Reynoso, cumplió 72 años de edad, hundido en su soledad.
Mientras algunas propagandas subversivas, desteñidas por el tiempo, lo siguen mostrando mostraban robusto, con pelo ondeado y lentes de montura negra, alzándose sobre masas de campesinos armados, mientras sostiene el pequeño libro rojo de Mao en una mano, el Abimael Guzmán del 2006 pinta canas y se doblega ante el paso inexorable del tiempo.
Hace mucho tiempo dejó de creerse la Cuarta Espada de la Revolución Mundial, después que sus alucinaciones mesiánicas se derrumbaron como un castillo de naipes construido sobre coches bomba, atentados dinamiteros y crímenes selectivos, que dejó una profunda cicatriz en nuestra sociedad.
Ya no hay tortas presidenciales ni apagones con voladuras de torres de alta tensión.
Uno de sus pocos seguidores, el Camarada Artemio, se atrinchera en la selva del Alto Huallaga onde armó una pantomima grotesca al lanzar un ultimátum al gobierno exigiendo soluciones políticas para los remanentes del senderismo, mientras sobrevive cobrando cupos a los carteles del narcotráfico.
Abimael Guzmán nació el 3 de diciembre de 1934 en Ayacucho. A mediados de la década del 60 el apacible profesor de filosofía en la universidad San Cristóbal de Huamanga, Ayaucho, ingresó al camino sin retorno de su mesianismo alucinante al impulsar el llamado Frente Estudiantil Revolucionario por el Luminoso Sendero de Mariátegui.
En ese entonces, se sintió seducido por los principales temas de la Revolución Cultural en la República Popular China, los cuales configuró en su proyecto como el culto a la personalidad, la posibilidad de pasar por encima de las estructuras partidarias y entregar todo el poder a una jefatura, la dictadura omnímoda sobre la burguesía, que le daba amplia libertad de acción.
En esa época viajó dos veces a China y decidió gestar lo que denominó una guerra popular contra la explotación y la pobreza del país, considerándose la Cuarta Espada de la Revolución Mundial, al creer que la lucha armada debía iniciarse simultáneamente en el campo y la ciudad, además de imponer represalias contra todo aquel que fuese considerado colaboracionista del gobierno, incluyendo campesinos, mujeres y dirigentes sindicales que fueron asesinados por los comandos de aniquilamiento.
En 1992 cuando la policía lo capturó sin disparar un tiro empezó el fin de Sendero Luminoso, considerado el grupo subversivo más peligroso de América Latina y acusado de perpetrar atentados que causaron la muerte de 33 mil personas y cuantiosos daños ascendentes a varias decenas de millones de dólares.
LUCANAMARCA
Una de los crímenes masivos que personalmente Abimael Guzmán admitió haber ordenado es la matanza de todos los habitantes del pueblo Lucanamarca, ubicado en la provincia de Huancasancos, Ayacucho, en represalia al rechazo de los cupos, los ajusticiamientos, asesinatos y otros abusos que SL venía cometiendo en esa localidad.
La matanza se ejecutó el 4 de abril de 1983, utilizando armas de fuego, piedras y hachas, para asesinar y decapitar a la población compuesta mayoritariamente por mujeres y niños indefensos.
Se ejecutó en cinco lugares pertenecientes al mismo pueblo, atacando a los campesinos que estaban pastando o trabajando la tierra, o en la construcción de carreteras, o a las mujeres y niños que se encontraban en sus hogares y escuelas, a quienes sacaron de estas apacibles ocupaciones para aniquilarlos con golpes de hachas y armas de fuego rematándolos sin piedad alguna. De esa manera fueron asesinados brutalmente 69 campesinos, entre las que habían mujeres embarazadas.
El Ministerio Público señala que estos hechos fueron narrados por los sobrevivientes; y la autoría ha sido reconocida por el propio Abimael Guzmán en una entrevista publicada en el Semanario de su organización El Diario, denominada la Entrevista del Siglo.
Mientras algunas propagandas subversivas, desteñidas por el tiempo, lo siguen mostrando mostraban robusto, con pelo ondeado y lentes de montura negra, alzándose sobre masas de campesinos armados, mientras sostiene el pequeño libro rojo de Mao en una mano, el Abimael Guzmán del 2006 pinta canas y se doblega ante el paso inexorable del tiempo.
Hace mucho tiempo dejó de creerse la Cuarta Espada de la Revolución Mundial, después que sus alucinaciones mesiánicas se derrumbaron como un castillo de naipes construido sobre coches bomba, atentados dinamiteros y crímenes selectivos, que dejó una profunda cicatriz en nuestra sociedad.
Ya no hay tortas presidenciales ni apagones con voladuras de torres de alta tensión.
Uno de sus pocos seguidores, el Camarada Artemio, se atrinchera en la selva del Alto Huallaga onde armó una pantomima grotesca al lanzar un ultimátum al gobierno exigiendo soluciones políticas para los remanentes del senderismo, mientras sobrevive cobrando cupos a los carteles del narcotráfico.
Abimael Guzmán nació el 3 de diciembre de 1934 en Ayacucho. A mediados de la década del 60 el apacible profesor de filosofía en la universidad San Cristóbal de Huamanga, Ayaucho, ingresó al camino sin retorno de su mesianismo alucinante al impulsar el llamado Frente Estudiantil Revolucionario por el Luminoso Sendero de Mariátegui.
En ese entonces, se sintió seducido por los principales temas de la Revolución Cultural en la República Popular China, los cuales configuró en su proyecto como el culto a la personalidad, la posibilidad de pasar por encima de las estructuras partidarias y entregar todo el poder a una jefatura, la dictadura omnímoda sobre la burguesía, que le daba amplia libertad de acción.
En esa época viajó dos veces a China y decidió gestar lo que denominó una guerra popular contra la explotación y la pobreza del país, considerándose la Cuarta Espada de la Revolución Mundial, al creer que la lucha armada debía iniciarse simultáneamente en el campo y la ciudad, además de imponer represalias contra todo aquel que fuese considerado colaboracionista del gobierno, incluyendo campesinos, mujeres y dirigentes sindicales que fueron asesinados por los comandos de aniquilamiento.
En 1992 cuando la policía lo capturó sin disparar un tiro empezó el fin de Sendero Luminoso, considerado el grupo subversivo más peligroso de América Latina y acusado de perpetrar atentados que causaron la muerte de 33 mil personas y cuantiosos daños ascendentes a varias decenas de millones de dólares.
LUCANAMARCA
Una de los crímenes masivos que personalmente Abimael Guzmán admitió haber ordenado es la matanza de todos los habitantes del pueblo Lucanamarca, ubicado en la provincia de Huancasancos, Ayacucho, en represalia al rechazo de los cupos, los ajusticiamientos, asesinatos y otros abusos que SL venía cometiendo en esa localidad.
La matanza se ejecutó el 4 de abril de 1983, utilizando armas de fuego, piedras y hachas, para asesinar y decapitar a la población compuesta mayoritariamente por mujeres y niños indefensos.
Se ejecutó en cinco lugares pertenecientes al mismo pueblo, atacando a los campesinos que estaban pastando o trabajando la tierra, o en la construcción de carreteras, o a las mujeres y niños que se encontraban en sus hogares y escuelas, a quienes sacaron de estas apacibles ocupaciones para aniquilarlos con golpes de hachas y armas de fuego rematándolos sin piedad alguna. De esa manera fueron asesinados brutalmente 69 campesinos, entre las que habían mujeres embarazadas.
El Ministerio Público señala que estos hechos fueron narrados por los sobrevivientes; y la autoría ha sido reconocida por el propio Abimael Guzmán en una entrevista publicada en el Semanario de su organización El Diario, denominada la Entrevista del Siglo.
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