miércoles, noviembre 22, 2006

BARRANTES: UN ALCALDE PARA LOS POBRES

Sin piletas ornamentales ni modernas Vías Expresas, el recordado Alfonso Barrantes Lingán, demostró que el alcalde provincial de Lima puede llegar a los niños pobres, los más relegados en una sociedad discriminatoria, mediante el programa del Vaso de Leche, un proyecto que en ese entonces se consideraba irrealizable y hoy es el legado del Tío Frejolito.

Los sectores conservadores de entonces se burlaron de la promesa de un millón de vasos de leche para los niños de los pueblos jóvenes y asentamientos humanos.

Barrantes no se arredró en su lucha y en 1983 se convirtió en el primer alcalde socialista de la antigua Ciudad de los Reyes y Virreyes, llevando las esperanzas del pueblo al Sillón Municipal.

No fue una tarea fácil pero el Tío Frejolito era un luchador indoblegable que unía la palabra con la acción y , en marzo de 1984, el programa del Vaso de Leche se convirtió en gratificante realidad beneficiando en esos momentos a más de 300 mil niños de escasos recursos económicos.

No sembró cemento sino la esperanza entre los desposeídos. Veinte años después la meta había sido superada largamente y el programa crecía vertiginosamente a nivel nacional, donde cinco millones de personas recibían su ración diaria de leche o lácteo enriquecido.

Paralelamente nació una gigantesca organización de madres de familia que participa directamente en la administración y preparación de alimentos.

Precisamente esas organizaciones de base, a las que el Tío Frejolito apoyaba sin condicionamientos, supervisan a las autoridades municipales que reciben los recursos y son las encargadas de realizar las compras.

Se han detectado esporádicos casos de malversación o peculado que investigó la Contraloría General de la República y fueron denunciados ante el Poder Judicial.

El viejo sueño de Barrantes Lingan, el alcalde que pensó en los niños pobres antes que en el ornato de la ciudad, tuvo un efecto multiplicador en el desarrollo económico y social de las zonas pobres, incluso con gran impacto en las cuencas lecheras.

El Tío Frejolito también puso en marcha un programa de jardinería utilizando los escasos recursos logísticos de la comuna y brindando eventual trabajo a desempleados.

Como sus mismos críticos reconocieron, perteneció a esa vieja estirpe de políticos que podían exhibir algunas virtudes que escasearon hasta la virtual extinción en la era del fujimorismo: la honestidad y la coherencia con sus principios.

Aclamado por el pueblo no cayó en la vanidad ni el aventurerismo. Fue el líder más importante de Izquierda Unida durante la turbulenta década del 80, cuando el país se desangraba por la absurda guerra desatada por los grupos subversivos, y rechazó enérgicamente la violencia de Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, MRTA.

Tampoco vaciló en condenar las violaciones de los derechos humanos que perpetraban malos elementos de las fuerzas armadas o policiales.En esos años de polarización política Barrantes quiso abrir el camino del diálogo y la concertación.

Su honestidad se puso a toda prueba y recibió los ataques de quienes, desde la extrema izquierda, lo acusaban de traicionar a la causa popular, o los reaccionarios de la derecha que sostenían que su postura de diálogo era sospechosa porque, según pensaban las momios ideológicas, ningún izquierdista podía ser demócrata.

Se sentó en el Sillón Municipal y dio una enseñanza de lo que debe ser un alcalde que piensa en el pueblo, para retirarse con el mismo terno y su viejo Volkswagen que después cambió por el servicio de microbús cuando el escarabajo metálico terminó en chatarra.

Su buen humor era impenetrable ante los dardos venenosos de sus enemigos. En las elecciones presidenciales de 1985, Barrantes Lingan y Alan García no sobrepasaron el 50 % por lo que debían pasar a una segunda vuelta. En esos momentos el líder aprista tenía un porcentaje mayoritario.

El Tío Frejolito evaluó sus posibilidades y con una actitud insólita en nuestra historia política, renunció a la segunda vuelta electoral para no causar más gastos al Tesoro Público ni convertirse en un factor desestabilizador. Sonriente dio la mano a García Péréz con quien le unió una vieja amistad por encima de las discrepancias políticas.

Uno de sus mayores obstáculos fue no reconstruir la unidad en la izquierda que se fue atomizando después de ser una de las fuerzas políticas gravitantes en el rescate de la democracia.

Pero nunca dejó su entusiasmo, buen humor y la crítica contra todo abuso. Solo mostraba debilidad ante el rocoto, el queso cajamarquino y, como buen solterón, por las mujeres. Ciento de miles de niños de los sectores urbanos pobres de la ciudad de Lima de los 80, son los ciudadanos que añoran al Tío Frejolito que un día llegó a la puerta de sus humildes casas para ofrecerles un vaso de leche.

Otra inmensa legión de trabajadores recuerda sus lecciones de coraje cuando asesoraba sindicatos en conflicto. Y muchos lo llevan presente porque fue uno de los primeros alcaldes que enseñó a los limeños que el verde sí podía ser el color de Lima.

Después del debate municipal, donde un alcalde reeleccionista se aferra sus piletas ornamentales, escaleras en pueblos jóvenes y avenidas remodeladas mientras su contendores le piden cuentas claras a gritos, crece cada vez más la lección de Barrantes Lingán.

Cuánta falta nos hace el Tío Frejolito.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Interesante Reseña.

Yo para ese entonces aún no nacía pero lo tengo como referencia entre los izquierdistas peruanos que han dejado huella.

BiNaRiO
http://binario.utpinux.org

3:59 p. m.  

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