viernes, agosto 18, 2006

ADEMAS DE VOLUNTAD, SE REQUIERE DECISION

El reinicio de las reuniones del Acuerdo Nacional significa una luz de esperanza en un espacio cargado de nieblas, diría hasta de tempestades. Hay grandes problemas sociales por resolver, todos giran en torno a la redistribución de la riqueza.

No hay dinero para mucho, hay protestas, quejas y lamentos, que se expanden en un mundo de dolor. En estas circunstancias es notable el esfuerzo de concertación que se puede hacer. Ojalá haya comunión en ese sentido, sin silencios de ningún tipo y, mucho menos, de arreglos por razones ajenas al interés común.

Hay que reconocer, entonces, la voluntad de los protagonistas en el Acuerdo Nacional, pero también hay que recordar que el infierno está lleno de buenas intenciones.Ojalá que no primen los criterios de orden electoral, sobretodo cuando ya se viene noviembre, trayendo de sus alforjas las convocatorias a elecciones regionales y municipales.

Hacemos esta puntualización, teniendo cerca el humor de quienes forman parte de los estamentos más bajos de la sociedad peruana, es decir, la gente que no cuenta con ningún tipo de recursos y que ya en más de una oportunidad se le ha mencionado como razón de ser de todo gobierno. Con frecuencia, de manera demagógica.

Sobre este particular hay que recordar que el Perú es uno de los países de América Latina en donde la pobreza y la miseria se extienden, lenta pero sin pausa. Como esos fríos andinos en época de helada. El fenómeno general es que tal problema no ha cambiado de rostro y mucho menos en cantidad.

Repitiendo lo que otros han comparado al respecto, podríamos decir que es como si estuviéramos en una bicicleta estática. Se mueve, pero no corre. Y, obviamente, eso es un fracaso en tiempos como los de ahora, precisamente cuando necesitamos alcanzar niveles de competición en otros campos, para hacer frente a los retos de la globalización.

Esto cuando todavía no hemos sido capaces de integrar gente a nuestra economía de mercado, ni hemos sido capaces de traer mucha más gente a nuestro sistema político.Lo anterior, habría que recalcarlo, porque nos tiene, como nación, en una situación muy aflictival.

Queda claro, entonces, que hay necesidad de quitarse la venda de los ojos y que lo mismo deberían de hacer, sin ningún tipo de verguenza, quienes participen de los diálogos en el Acuerdo Nacional. Pero, con mucha más razón, aquellos que son renuentes a participar del mismo, creyendo que así van a disfrutar de un nuevo protagonismo político o, a lo mejor, confundidos por considerarse como abanderados del antisistema.

Hay necesidad de reconocer que el destino del país no sólo depende de factores económicos, que inclusive estos podría ser que no fueran los más importantes. El tema de derechos y deberes cobra en estas circunstancias una dimensión mayor.

De alguna manera se encuentran enlazados con la posibilidad de hacer que nuestras instituciones políticas y económicas representen efectivamente a la gente y que esta se sienta partícipe de nuestro sistema político, que las minorías se integren a la sociedad y se sientan beneficiarias de las acciones del Estado. Esa es la tarea indispensable.

Ya es tiempo que con una visión más democrática se comprenda que hay necesidad de un Estado capaz de cumplir sus funciones y sus responsabilidades sociales principales. Además de la cuota de voluntad, la clase política tiene que remontarse por encima de sus naturales discrepancias, para sumar decisiones en la solución de los problemas del país.